Hay medicación que se prescribe de forma habitual y que puede llegar a producir adicción. Los fármacos de mayor riesgo son los recetados para tratar la ansiedad y el insomnio los cuales suelen pertenecer a la familia de las benzodiacepinas. Algunos de ellos son: Tranquimazin (alprazolam), Orfidal (lorazepam), Diazepam, Lexatin (bromazepam), Tranxilium (cloracepato), Noctamid (lormetacepam), Valium (diazepam), Rohipnol (flunitazepam), Dormodor (flurazepam), entre otros.
Aparte de las benzodiacepinas, existen otros fármacos potencialmente adictivos:
Podemos diferenciar tres tipos de pacientes que desarrollan dependencia a fármacos:
Pacientes consumidores de otras sustancias (alcohol, cocaína, cannabis, heroína, etc.) que además, consumen tranquilizantes.
Pacientes a los que se le han prescrito esta medicación para la ansiedad el insomnio u otra patología, pero que, por su cuenta, terminan abusando y aumentando las dosis.
Pacientes deprimidos o con trastornos de pánico a los que se les prescriben dosis altas de benzodiacepinas y terminan desarrollando una adicción que les impide prescindir de ellas.
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La adicción a los fármacos produce uno de los síndromes de abstinencia más graves, caracterizados por una gran ansiedad, agitación, preocupación, taquicardias, palpitaciones, insomnio, falta de apetito, visión borrosa, miedo a “volverse loco”, temor indefinido a que le vaya a pasar algo grave, pesadillas, confusión, espasmos musculares, pensamientos obsesivos, hipersensibilidad a la luz y a los ruidos y diferentes sensaciones desagradables.
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El paciente que sufre adicción a los fármacos se queja continuamente de ansiedad, malestar psicológico, tensiones musculares y otros malestares físicos que nunca se terminan de resolver.
Necesita sus pastillas como cualquier otro adicto “su droga”. En un inicio, seguramente fue recetada por su médico para tratar un estado de ansiedad o de insomnio. Poco a poco el paciente va aumentando la dosis. Llega un momento en que necesita tomar cada vez más. Cuando en su farmacia no se lo dispensan sin receta, cambia de farmacia o va a varias farmacias para conseguir más cantidad. Si su médico “responsablemente” se niega a aumentar la dosis, cambia de médico o acude a distintos servicios de urgencias para conseguir recetas. A veces, utiliza los fármacos o las recetas de otros familiares y, en ocasiones, llega a falsificarlas o robarlas. “Necesita” sus pastillas y va a hacer todo lo que haga falta para conseguirlas.
Todo el mundo sabe que es peligroso tomar determinados fármacos y consumir alcohol. Son sustancias que se potencian y multiplican su efecto al mezclarse. Puede que no se consuman grandes cantidades de alcohol ni de tranquilizantes, pero al mezclase triplican su efecto. Es lo que llamamos “la adicción oculta”.
Son personas adictas aunque ni ellas ni sus familiares lo sospechen. Se sienten mal, sufren y no pueden dejar de consumir. Muchas veces no son conscientes de que padecen una adicción.
Cuando se sospecha que una persona tiene problemas con los fármacos, lo urgente es diagnosticar al paciente y, si es necesario, iniciar un tratamiento de adicciones efectivo que la resuelva.